Las necesidades y los conflictos
¿Eres consciente del contexto y las necesidades de otros cuando te relacionas con ellos?
Cada persona tiene un visión del mundo (su mapa según la PNL). Eso marca su forma de actuar, qué es importante para ella y, en consecuencia, genera unas necesidades diferentes.
Imagina por un momento que estás hablando por teléfono con un amigo o amiga y decidís ir juntos de vacaciones. Sin mediar más palabras, entonces tú tomas el Mapa de España y comienzas a sugerir ir al norte, tú estás pensando en temperaturas frescas, comida abundante, quizá la playa y tu vista se pasea por los pueblos de esa zona. Al mismo tiempo, el otro, tomó un Mapa de Europa y ya estaba soñando con un crucero por Los Fiordos Noruegos.
Así de fácil puedes observar como cada uno en la vida se posiciona en función de sus necesidades. Si la simple palabra «vacaciones» puede tener significados tan distintos para unos y otros, piensa cuando estás en otros contextos: relaciones jefe-empleado, relaciones de pareja, relaciones padres-hijos, equipos de trabajo … El conflicto surge cuando no se ven las necesidades del otro y la mediación cuando se encuentra el punto de equilibrio, en el que ambas personas ganan. Es decir, cubren alguna parte de sus necesidades.
Establecer una relación de ganar/ganar es compatible, en muchos casos, con los límites que cada uno tenga. Y si esos límites permiten acuerdo o no depende exclusivamente de quiénes están inmersos en el proceso. Ahora bien, es necesario evaluar las repercusiones, pues éstas podrán afectar a terceros y marcar el punto de inflexión para la búsqueda de soluciones.
Si avanzamos en el ejemplo anterior, cuando ya tienes hecha una idea de qué quieres tú, obtenida a través de tu diálogo interno. Todavía no tomaste en conciencia el contexto de la otra persona ni sus necesidades. Directamente puedes ofrecer un lugar, una zona para esas vacaciones. Y la respuesta puede ser inesperada. A partir de ahí, la forma de relacionarse, verbalizar y emitir la información pueden dar lugar o no al conflicto. Según la unión entre ambos, las posibles necesidades comunes y utilizando herramientas y estrategias para la comunicación, podéis finalmente llegar a un nexo común. O quizá a cancelar el viaje.
Ahora bien, el problema real se produce cuando una de las personas, o ambas, quieren:
· castigar a la otra en vez de ponerse de acuerdo, o modificar su conducta
· ganar en vez de resolver el desafío
En resumen, cuando olvidamos la empatía, cuando las propias frustraciones llevan a enjuiciar los pensamientos y formas de actuar del otro, cuando es más importante centrarse en el pasado y los problemas que en buscar soluciones al momento actual. En estos casos, la relación conflictiva se dispara.
Existen otras formas de relacionarse, si anteriormente eres capaz de ver más allá de lo aparente. Tomarte el tiempo de «conocer» cuál es el entorno y la forma de ver y vivir esas necesidades de los que te rodean. Es distinto si hablas con alguien que nació en sudamérica y utilizas el término coger que si es alguien de España. Es diferente lo que comprará una persona que utiliza productos únicamente ecológicos que aquel que va al supermercado del barrio. Una persona nacida en una ciudad y otra en un pueblo tendrán puntos de vista distintos en algún tema, es más, incluso el hecho de vivir en diferentes barrios, en ocasiones, puede implicar una historia familiar totalmente distinta.
Conectar con las necesidades de otros y entender su punto de vista es vital para mejorar la forma de relacionarse. Hay una expresión que describe esta actitud: subirse a la montaña. Cuando estás en un lado de la montaña no ves lo que te cuentan otros. Cuando subes, desde la cima, tienes tantas visiones del horizonte para elegir que te permitirá darte cuenta que la tuya es una más. No es la mejor, ni la correcta, es la importante para tí. Entonces podrás enfocarte en buscar la solución en vez de dar vueltas alrededor del problema y permitirte aportar tu parte de valor en esa solución.
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Me gusta! felicidades Susana, los padres te necesitan. Andra
¡Muchas gracias Andra!
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo,
Susana