3 razones para dejar de gritar a tus hijos
Siguiendo la nomenclatura de: «Piensas, luego existes», te diré que «Gritas, luego sientes enfado». Seguramente no te he descubierto nada nuevo. Enfadarse es fácil, forma parte del ser humano, ahora bien enfadarse con la persona exacta, en la medida exacta y utilizando el lenguaje adecuado es algo infinitamente más difícil. Eso es independientemente qué sucede fuera porque tiene más relación con las emociones que saltan dentro de ti. Desde ahí que voy a compartir contigo esta información:
3 razones para dejar de gritar a tus hijos.
Antes de entrar en resolver haremos un poco de introspección. Si yo te pregunto, ¿por qué gritas a tus hijos? Quizá me respondas cosas como: porque no hicieron sus tareas, porque rompieron algo, porque me tienen cansada o cansado, porque solo piensan en jugar, porque no obedecen,…
Podría llenar muchas líneas con tus porqués y no sacaríamos nada en claro. Déjame decirte algo, son un montón de quejas, puede que te haga sentir mejor durante unos minutos, ahora bien, de ahí no puedes extraer información útil para cambiar la situación. A largo plazo, poco se habrá resuelto, porque los cambios duraderos son aquellos que comienzan a gestarse en nuestro interior.
Busca el objetivo – ¿Qué buscas con tus gritos? ¿Para qué gritas?
Sin toma de conciencia es poco posible un cambio profundo y duradero. Entonces, ¿cuál es la pregunta que te puedes hacer? Existe una forma de buscar más allá, sobre qué hay tras tus gritos, tu necesidad real. Pregúntate, ¿para qué gritas a tus hijos? ¿Cuál es el objetivo?
Imagino que en unos casos será una cosa y en otros otra, lo importante es no perder de vista el objetivo, esa necesidad que quieres expresar. Si tu necesidad es, por ejemplo, para que recojan su habitación. Reflexiona, ¿has logrado tu propósito con los gritos? Quizá una vez, o dos, o cuando son más pequeños, espera a que lleguen a adolescentes y te pasarás el día voceando. Si buscas un cambio real, necesitas estrategias que provoquen cambios perdurables en el tiempo. Y gritar, no es una de ellas.
El grito llega cuando no hay suficientes recursos para afrontar las situaciones, cuando el enfado es grande en algunos padres. ¿De dónde surge ese grito? ¿Es realmente una emoción actual o es una sensación repetitiva? ¿Qué hay, entonces, antes de ese enfado?
Aunque también me puedes decir que hay personas que gritan por costumbre. Es cierto, también existe el enfado, aunque en lugar de específico del momento y virulento, es un enfado interior mantenido en el tiempo. Así pues, detrás del grito hay un enfado. ¿Y antes del enfado qué hay?
Bien, veamos qué dice la RAE qué es un grito:
1. m. Voz muy esforzada y levantada.
2. m. Expresión que se profiere levantando mucho la voz.
3. m. Manifestación vehemente de un sentimiento colectivo.
4. m. Chirrido de los hielos de los mares glaciales al ir a quebrarse porestar sometidos a presiones.
En concreto hace referencia, como cabía esperar, a la definición de cómo se expresa un grito que no a cómo se origina. Te voy a proponer algo.
Busca tu sentir – ¿Qué emoción y vivencias se esconden detrás?
Cierra por unos minutos los ojos y conecta con un acontecimiento ocurrido con alguno de tus hijos en el que sintieses ese enfado (o si no con cualquier otra persona). Elije un hecho que te moviera bastante, revívelo mentalmente, visualiza la imagen, escucha las palabras, siente aquello que sentiste entonces. Obsérvate mientras estás ahí con los ojos cerrados y según los abras anota en un cuaderno la respuesta a las siguientes preguntas:
– ¿Cuál fue la primera emoción que sentiste? Puede ser el propio enfado, aunque también podría haber antes miedo o tristeza. Toma nota.
– ¿En qué lugar de tu cuerpo se originó físicamente? Me refiero antes de llegar a tu garganta, dónde notaste ese remolino que fue poco a poco recorriendo tu cuerpo hasta llegar a tu boca para salir
– ¿Quién eras tú en ese momento? Quizá te sorprenda, por ejemplo, descubrir que puede ser tu niño o niña interior quien sintió esa mala sensación, muy lejos de la persona adulta, responsable y padre o madre de tus hijos.
Muchos gritos van asociados a querer quedar por encima de otra persona si o si, por lo tanto, levantas la voz para que el otro no pueda hablar, ni pueda argumentar, estás en ese proceso de «quiero llevar razón». Y la persona que más quiere llevar razón, que se olvida de pensar en otros, de tomar conciencia del contexto, es esa persona que tiene necesidades no cubiertas, grandes, algunas desde la infancia. Cuanto más gritas, más estás diciendo al mundo que necesitas «algo» y te falta. Generalmente ese algo es amor, amor incondicional que echaste en falta, y ahora traduces en muchas de las necesidades no cubiertas de este momento.
Esto querrá decir que si no resuelves tu patrón, tu necesidad, este comportamiento también se trasladará a tus hijos y mañana serán ellos los que griten a tu nietos. Porque el «grito» solo es la parte visible de la situación, la actitud. Por debajo de esta, en lo profundo de nuestra persona están nuestras capacidades, paradigmas y valores que influyen de forma directa en esa forma de actuar. Si quieres un cambio profundo, es importante que analices en esos niveles. De ahí parten estas razones que te expongo.
Si quieres dejar de gritar a tus hijos estas son 3 razones para hacerlo:
Estas son las 3 razones para dejar de gritar a tus hijos
1. Tu grito no es solo a ellos, es un grito a la vida, un grito desde tu niño o niña interna. Así pues, busca allí donde esos gritos se originan dentro de tí y te darás cuenta que tendrás muchas menos razones para gritar a tus hijos. Puede que te enfades, seguro que te enfadarás más veces, la idea es que no necesitarás gritarles, al menos, ir cambiando esto poco a poco. Si averiguas la raíz de tu insatisfacción más profunda y tomas conciencia de ello, no entrarás en esa espiral emocional tan habitualmente.
2. Gritar indica que los demás no te importan y solo te importa tener razón. Yo estoy segura que tú amas a tus hijos, por tanto, para poder escucharles, para comprender sus emociones y necesidades, para pedirles explicaciones ante algún hecho incluso, aplica técnicas asertivas donde cada uno pueda exponer sus opiniones y necesidades. Si gritas solo estás diciendo que no sabes manejar la situación, que careces de estrategias y eso será precisamente lo que ellos aprenderán. Luego no te quejes si te devuelven la misma moneda.
3. Por último, cuando gritas para ganar una discusión en realidad empiezas ya habiendo perdido la batalla. Quien está convencido de su verdad busca y encuentra argumentos para sostenerla, utiliza el diálogo y la palabra para dar oportunidad a otros de hacer lo mismo. Cuando escoges el camino opuesto estás mostrando tu propia inseguridad. Ahí es donde te han cazado, porque tus hijos podrían buscar este resorte una y otra vez para hacerte perder los papeles, porque sabrán que ahí ellos ya han ganado en parte.
Te contaré algo personal. Yo utilicé un tono de voz más alto durante largo tiempo en mi pasado y, confieso, grité más veces de las que me gusta reconocer (a diferentes personas incluido mi hijo). En realidad siempre supuse el para qué de este comportamiento. Entonces había sido la única forma de sentirme escuchada ya que era la pequeña de la familia y pocas veces se tenía en cuenta mi opinión. Si sumamos a eso que el tono de voz general en la familia ya era algo alto, me entenderás mejor.
Fue pura estrategia, aunque no la mejor, si fue la única que entonces supe usar. Aprender de mi, conocerme mejor, sirvió para conectar con las necesidades que sentía insatisfechas en mi niñez. Aunque mis padres me dieron grandes aprendizajes y cubrieron muchas de mis necesidades, dándome lo mejor que pudieron, también viví actitudes tóxicas que marcaron mi infancia. Mi mundo se construyó entre los hechos sucedidos y cómo vivía yo las cosas y cómo las sentía.
La cuestión principal, la experiencia ha sido que con los años y un buen conocimiento de mi misma, con buenas estrategias de comunicación y sin esa necesidad de llevar razón, los gritos no solo se fueron mitigando sino que suelen ser casi inexistentes. Digo casi, porque alguna vez se me escapa. Por ello es importante estar siempre alerta, porque esa niña herida a veces aún vienen a visitarme. Solo que ahora le digo, ¿ves? Eso no sirve para nada, no ha ayudado a nuestro objetivo. Vamos a usar otra manera de hacer las cosas. Y hago borrón y cuenta nueva.
Me gustaría que me escribas aquí en comentarios y me cuentes tus experiencias sobre los gritos, me encantará poder responderte.
_____________________________________________________________________________________________________AUTORA
   

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